Siempre he pensado que soy un bicho raro. Que en este mundo no hay lugar alguno para mí. Que jamás encontraré a mi imprimación. A esa persona por la cual suspirar día y noche, con quien soñar. Está claro que no existe esa persona. Jamás podre sentir lo que se siente al estar imprimado. No existe mi imprimación. Mi media naranja.
Incluso Jacob se ha imprimado. De la hija de Edward y Bella, Reneesme. Se ven tan felices juntos... Aunque por ahora no experimenten el amor como pareja. Jacob la cuida como a su hermana pequeña, y es tan bonito verlos jugar... Sé que parece una tontería, pero aquí estoy yo, a las cinco de la mañana escribiendo lo que siento en un papel. Vaya estupidez.
Leah Clearwater. 11 de junio de 2009
Suspiré. Arranqué la hoja en la que había escrito y la ice trizas.
¿En qué estaría pensando yo para escribir todo esto? Lo que menos deseaba es que alguien lo leyera.
Tiré el papel a la basura y me estiré en la cama. Cada día, era una tortura para mí. Me pasaba las noches en vela dándole vueltas al mismo tema.
¿Soy un bicho raro? ¿No existe imprimación para mí? ¿Porqué mi vida no tiene sentido?
Era absurdo, pero no podía sacarme esas tres preguntas de la cabeza. Eran preguntas de las cuales necesitaba respuestas, porque si no, acabaría volviéndome loca. Completamente loca.
Me pasé el resto de la noche dando vueltas en la cama. Estaba muy inquieta. Cada dos por tres me venían a la mente las imágenes de los chicos con sus imprimaciones. Con sus medias naranjas. Y eso, me ponía enferma. Bueno, eso es lo que les diría Leah, la pesada. Pero yo… No era así, solo me mostraba de esa forma para que no se dieran cuenta de cuanto sufría. Desde que Sam me dejó por haberse imprimado de mi prima Emily lo pasé fatal. Todos vieron como estaba, con los ánimos por los suelos. Y sé que lo pasaron mal por mí además de que al poco tiempo mi padre murió, así que desde entonces me prometí a mi misma no mostrar jamás la verdadera Leah Clearwater. La Leah herida. La que siempre, siempre, estaría sola.
-No estarás siempre sola. No lo sabes.
Se escuchó desde mi ventana. Me levanté alarmada, asustada. Esa voz me era familiar, pero a esas horas, ¿Cómo podría recordar? Me asomé por la ventana y entonces supe quien era.
-Edward, siempre estás en los mejores momentos.
Dije con desgana. ¿Qué hacia Edward aquí? ¿En la Push?
-He venido a hablar con Jacob, ahora ya me iba a casa, pero te he escuchado… Y no he podido evitar acercarme hasta aquí.
Dijo apenado. Yo simplemente me dediqué a mirarlo con el ceño fruncido.
-Leah, tú no sabes lo que te depara el futuro, no sabes si tu media naranja existe o no.
-Edward… Por favor, ¿por una vez en tu vida podrías parar de meterte en los asuntos de los demás?
Suspiró.
-Supongo que sí. Pero recuerda mis palabras. No sabes lo que te espera. No sabes nada.
Dejó esas palabras en el aire, y se marchó adentrándose en el bosque. No me moví de la ventana hasta que lo vi desaparecer por completo.
Entré y miré el reloj. Las siete.
Ya no podría dormir nada, además, hoy empezaban las clases. Era mi primer año en la escuela de teatro. Si… Yo en la escuela de teatro. No es que me entusiasmara la idea, pero era la mejor opción ya que no sabía que quería para el futuro. Y la escuela estaba en Port Ángeles, así que no me tendría que mudar a ningún sitio desconocido. Cogí una toalla y me metí en el baño a ducharme. Tardé unos cinco minutos. Al salir me dirigí a mi armario y saqué unos vaqueros y una camiseta no demasiado ajustada, odiaba ese tipo de prendas. Iba incomoda.
Me vestí rápidamente y tras peinarme bajé con la mochila ya preparada a la cocina a desayunar.
- Buenos días Seth.
Saludé a mi hermano.
-Buenos días hermanita.
Me saludó con la boca llena. Hay que ver lo que comía este chico… ¿Dónde lo metía todo? Tenía delante de él un plato hasta arriba de tostadas y una bandeja de embutido.
Lo miré con cara de asco y este sonrió.
Me entró un escalofrío.
Me acerqué al plato de Seth y le robé una tostada.
-¡Leah! Eso no vale, prepárate tu, tu almuerzo.
Me gritó algo enfadado.
-No me da tiempo, me tengo que ir a Port Ángeles. Ya sabes, algunos estudiamos.
Eso pareció importarle bien poco. Todo lo que le decíamos le entraba por un oído y le salía por el otro. Vaya chico…
Yo sabía muy bien por qué le había dicho eso. Hace poco que terminó el instituto, mi madre le dijeron que estudiara algo, que no se quedara sin hacer nada, pero con lo cabezota que es…
Al final se salió con la suya. Trabaja en la tienda de deportes de los Newton en Forks.
Salí disparada por la puerta sin despedirme de nadie con tanta prisa que me dejé las llaves de la moto en la mesa de la cocina. Entré a buscarlas y después de despedirme como es debido, me puse en marcha para ir a Port Ángeles. Las clases empezaban en media hora, y llegaría al edificio en unos veinte o veinticinco minutos. Con el tiempo justo, pero llegaría.
Iba bastante rápido, a demasiada velocidad. Pero… ¿Qué importaba? No me iba a pasar nada grave, eso era lo bueno de ser un licántropo. Lo malo, era que me moría de calor. Y si, también era un poco extraño que las clases de teatro se realizaran casi en pleno verano, pero no eran de mucha duración.
Llegué diez minutos antes de entrar. Estaba todo lleno de alumnos, de chicos y chicas de mi edad. Entré en dirección a secretaria a preguntar cuál era mi clase. 1B. Justo al lado de la entrada al edificio. Bien, lo tenía fácil. Me encaminé hacia la clase y me detuve enfrente. Estaba lleno de gente, y como no de parejitas haciéndose cariñitos.
Suspiré.
Llegó la hora de superar todo lo que sentía, todos mis miedos.
Incluso Jacob se ha imprimado. De la hija de Edward y Bella, Reneesme. Se ven tan felices juntos... Aunque por ahora no experimenten el amor como pareja. Jacob la cuida como a su hermana pequeña, y es tan bonito verlos jugar... Sé que parece una tontería, pero aquí estoy yo, a las cinco de la mañana escribiendo lo que siento en un papel. Vaya estupidez.
Leah Clearwater. 11 de junio de 2009
Suspiré. Arranqué la hoja en la que había escrito y la ice trizas.
¿En qué estaría pensando yo para escribir todo esto? Lo que menos deseaba es que alguien lo leyera.
Tiré el papel a la basura y me estiré en la cama. Cada día, era una tortura para mí. Me pasaba las noches en vela dándole vueltas al mismo tema.
¿Soy un bicho raro? ¿No existe imprimación para mí? ¿Porqué mi vida no tiene sentido?
Era absurdo, pero no podía sacarme esas tres preguntas de la cabeza. Eran preguntas de las cuales necesitaba respuestas, porque si no, acabaría volviéndome loca. Completamente loca.
Me pasé el resto de la noche dando vueltas en la cama. Estaba muy inquieta. Cada dos por tres me venían a la mente las imágenes de los chicos con sus imprimaciones. Con sus medias naranjas. Y eso, me ponía enferma. Bueno, eso es lo que les diría Leah, la pesada. Pero yo… No era así, solo me mostraba de esa forma para que no se dieran cuenta de cuanto sufría. Desde que Sam me dejó por haberse imprimado de mi prima Emily lo pasé fatal. Todos vieron como estaba, con los ánimos por los suelos. Y sé que lo pasaron mal por mí además de que al poco tiempo mi padre murió, así que desde entonces me prometí a mi misma no mostrar jamás la verdadera Leah Clearwater. La Leah herida. La que siempre, siempre, estaría sola.
-No estarás siempre sola. No lo sabes.
Se escuchó desde mi ventana. Me levanté alarmada, asustada. Esa voz me era familiar, pero a esas horas, ¿Cómo podría recordar? Me asomé por la ventana y entonces supe quien era.
-Edward, siempre estás en los mejores momentos.
Dije con desgana. ¿Qué hacia Edward aquí? ¿En la Push?
-He venido a hablar con Jacob, ahora ya me iba a casa, pero te he escuchado… Y no he podido evitar acercarme hasta aquí.
Dijo apenado. Yo simplemente me dediqué a mirarlo con el ceño fruncido.
-Leah, tú no sabes lo que te depara el futuro, no sabes si tu media naranja existe o no.
-Edward… Por favor, ¿por una vez en tu vida podrías parar de meterte en los asuntos de los demás?
Suspiró.
-Supongo que sí. Pero recuerda mis palabras. No sabes lo que te espera. No sabes nada.
Dejó esas palabras en el aire, y se marchó adentrándose en el bosque. No me moví de la ventana hasta que lo vi desaparecer por completo.
Entré y miré el reloj. Las siete.
Ya no podría dormir nada, además, hoy empezaban las clases. Era mi primer año en la escuela de teatro. Si… Yo en la escuela de teatro. No es que me entusiasmara la idea, pero era la mejor opción ya que no sabía que quería para el futuro. Y la escuela estaba en Port Ángeles, así que no me tendría que mudar a ningún sitio desconocido. Cogí una toalla y me metí en el baño a ducharme. Tardé unos cinco minutos. Al salir me dirigí a mi armario y saqué unos vaqueros y una camiseta no demasiado ajustada, odiaba ese tipo de prendas. Iba incomoda.
Me vestí rápidamente y tras peinarme bajé con la mochila ya preparada a la cocina a desayunar.
- Buenos días Seth.
Saludé a mi hermano.
-Buenos días hermanita.
Me saludó con la boca llena. Hay que ver lo que comía este chico… ¿Dónde lo metía todo? Tenía delante de él un plato hasta arriba de tostadas y una bandeja de embutido.
Lo miré con cara de asco y este sonrió.
Me entró un escalofrío.
Me acerqué al plato de Seth y le robé una tostada.
-¡Leah! Eso no vale, prepárate tu, tu almuerzo.
Me gritó algo enfadado.
-No me da tiempo, me tengo que ir a Port Ángeles. Ya sabes, algunos estudiamos.
Eso pareció importarle bien poco. Todo lo que le decíamos le entraba por un oído y le salía por el otro. Vaya chico…
Yo sabía muy bien por qué le había dicho eso. Hace poco que terminó el instituto, mi madre le dijeron que estudiara algo, que no se quedara sin hacer nada, pero con lo cabezota que es…
Al final se salió con la suya. Trabaja en la tienda de deportes de los Newton en Forks.
Salí disparada por la puerta sin despedirme de nadie con tanta prisa que me dejé las llaves de la moto en la mesa de la cocina. Entré a buscarlas y después de despedirme como es debido, me puse en marcha para ir a Port Ángeles. Las clases empezaban en media hora, y llegaría al edificio en unos veinte o veinticinco minutos. Con el tiempo justo, pero llegaría.
Iba bastante rápido, a demasiada velocidad. Pero… ¿Qué importaba? No me iba a pasar nada grave, eso era lo bueno de ser un licántropo. Lo malo, era que me moría de calor. Y si, también era un poco extraño que las clases de teatro se realizaran casi en pleno verano, pero no eran de mucha duración.
Llegué diez minutos antes de entrar. Estaba todo lleno de alumnos, de chicos y chicas de mi edad. Entré en dirección a secretaria a preguntar cuál era mi clase. 1B. Justo al lado de la entrada al edificio. Bien, lo tenía fácil. Me encaminé hacia la clase y me detuve enfrente. Estaba lleno de gente, y como no de parejitas haciéndose cariñitos.
Suspiré.
Llegó la hora de superar todo lo que sentía, todos mis miedos.
7 comentarios:
me ha encantado el cap
quiero mas, quiero mas, QUIERO MAS!
pobre leah :(
en verdad me da pena
pobrecita
unbeso!
e estrenado el blog^^
unbeso!
lalalala cuando consiga acordarme de la contraseña que puse para mi blog te firmo con el xDDD
Esta genial la novela, me encanta :)
pero pobreciya Leah me da pena :(
siguela prontico eh :)
besotes!
La historia empieza bien, parece interesante!me iré pasando a ver como avanza!me tienes enganxada a todas tus historias, las e leído todas! ;o)
Tiahhh!!!! Me encantaaa!!! Kiero el proximo cap!!!! Yahhhh!!! En realidad Leah lo pasa mal, kien no lo pasaria mal si estuviera en su lugar??? Es k pobrecillaa!!!!
CUIDATEEE, MUAKKKSSS!!!!
Diios q psaa q solo se t ocurren ideas para matarme de inriigaa?!!
Joder, disfrutas aciendome sufrir!
Yo ai pensando q m kedaba un kilometro de capitulo i se acabadoo!
Aveces t odio ¬¬'
Naa sabe es bromaa xd
WNo ya m voii
Xaoo
Mery#~
holas
=)
wiii ahora puedo ver mejor los kapitulos
por ke en los flogs ay veces ke me kuelgo
esta genial la novela
=)
kisses
Publica un comentari a l'entrada