Gracias a él

Corrí y corrí hasta que mis patas dijeron basta pues por el camino, mientras corría me clavé un cristal de una botella rota que alguien había tirado al suelo del bosque, y como seguía en mi forma lobuna no podía quitármelo, por lo que tampoco se podía cerrar la herida.
No es que tuviera muy buena pinta, pues al correr, el cristal se había ido clavando más y más en mi pata y había perdido bastante sangre.
Si no fuera por la herida, habría corrido más, pero con esta no me lo permitió. Paré en el acantilado, cerca de la Push, en la parte más alta.
Esto me izo recordar cuando Jacob tuvo que sacar a Bella del agua, que se había tirado y estuvo a punto de morir ahogada, cuando Edward la dejó.
Me senté sobre los cuartos traseros y cerré los ojos para calmarme, para que esa quemazón en la columna cesara, y así poder salir de fase.
Al final, después de unos cinco minutos relajándome pude salir de fase, estaba muy inquieta, por lo que me costó bastante, pero de todas formas, mi cuerpo seguía temblando, y tenía que concentrarme en no perder del todo los nervios para no volver a entrar en fase.
Me levanté del suelo y cojeando fui al borde del acantilado, junto a las rocas y me senté.
Me puse unos pantalones cortos que llevaba atados al tobillo y la parte de arriba de un biquini, pues no solía llevar un jersey, si no parecería un árbol de navidad con tanto colgajo en la pata.
Doblé la rodilla y posé mi pié sobre la otra, para así poder “estudiar” la herida.
Tenía un corte justo en medio de la planta del pié, no era pequeño, la verdad, y además era hondo, al correr se me había incrustado más de la cuenta el vidrio y ahora, no sabía cómo me lo iba a quitar.
Frunciendo el ceño, por la preocupación y el asco a la vez,-aunque era mi propia sangre, y mi herida, siempre había tenido un respeto por la sangre… Si me curaba un medico, no me importaba, pero intentar curarme yo misma…-acerqué la mano lentamente al pié y con la otra abrí el corte un poco para poder meter los dedos y agarrar el cristal, cuando por fin pude cogerlo, entre los dos dedos, estiré, pero no sirvió de nada, pues estaba húmedo y manchado de sangre, y se me resbalaba entre las manos.
Por el tacto, pude calcular mentalmente el tamaño del vidrio, de pequeño, no tenía nada.
Más menos calculé que tenía el tamaño de la punta de una flecha, con de una de esas que se supone que se utilizaban años atrás, bueno años… mucho más, en la etapa del paleolítico más o menos, como el tamaño de las lanzas que utilizaban en aquel entonces para cazar los animales.
Para ser más específicos, era del tamaño de una punta de una esquina de un espejo rota, de unos cinco centímetros.
Suspiré.
-¿Y ahora qué hago?-Me dije a mi misma en voz alta.-Así no voy a poder volver a casa.
-Como que no, si yo te saco el vidrio y te limpio la herida si.-Dijo una voz masculina, fácilmente reconocible. Carlisle.
Giré la cabeza hacia la izquierda, y pude ver a Carlisle acercándose a mí con su maletín y una ancha sonrisa en el rostro.
Tan hermoso como siempre.
La verdad, es que con ese pelo tan rubio y esa piel pálida, era muy hermoso, el doctor Cullen, más aun cuando sonreía.
Se acercó tranquilamente a mí y se arrodilló a mi lado dejando el maletín en un costado.
-No sé cómo te las apañas, pero siempre tengo que venir yo a curarte, eh.-Dijo sonriéndome mientras inspeccionaba la herida.
-Sí, tienes razón. –Dije devolviéndole la sonrisa, pues aunque no me estuviera mirando, sabía que se daría cuenta de ese pequeño detalle.
-Tiene mala pinta,-Aseguró.-Pero no es para tanto, te quito el cristal, te limpio un poco el corte, y en cinco minutos se estará cicatrizando.- Alzó la vista para mirarme.
-Adelante.-Le di permiso.
Este asintió y sacó una especie de pinzas del maletín y una gasa.
Estuvo unos minutos abriendo la herida con unas espátulas,-o como quiera que se llamen.- y cuando estuvo suficientemente abierta, con las pinzas cogió el cristal, y lentamente, sin hacer demasiada fuerza-Pues no quería que se rompiera el cristal en la herida.-sacó el vidrio.
Lo dejó en un lado, y estuvo trasteando dentro del maletín hasta encontrar un botecito amarillo.
Abrió la tapa, y con la gasa preparada en la otra mano, empezó a vaciar el poco contenido que le quedaba al bote en la herida.
Era un liquido de un color marrón extraño,-Si, extraño. No era un marrón normal.-pero cuando pasaba la gasa por el líquido, esta absorbía el que sobraba dejando en la herida un tono amarillento horrible.
-Ese color, se marchará, ¿verdad?-Dije poniendo cara de asco.
Carlisle rió entre dientes.
-Sí, solo es yodo, para que se limpie y se cure más rápido.-Me explicó.
Simplemente asentí.
Cuando terminó de limpiar la herida, me la vendó con unas cuantas gasas y guardó todo lo utilizado en su maletín.
Me levanté del suelo, pues aunque fuera dificultosamente, ya podía andar, y me disponía irme con él hacia su coche, ya que se había ofrecido a llevarme a mi casa, pero me di cuenta de algo.
-Carlisle… ¿Cómo has sabido que estaba aquí, y que necesitaba tu ayuda?-Pregunté.
Este detuvo su paso vacilante y me miró seriamente.
-Una persona que te quiere con locura, me vino a avisar, te hubiera podido ayudar él, pero no se atrevió a acercarse a ti por miedo de ser rechazado. –Me explicó.
Comenzó a caminar de nuevo hacia el coche.
Esa persona… Solo podía ser el…
-Carlisle.-Lo llamé desde donde me había detenido al preguntarle aquello, ya que no me había podido ni mover.-Gracias por ayudarme… Y por querer llevarme a casa,-Ice una pausa.-Pero… Iré andando.
Si esa persona, había avisado a Carlisle, seguiría en el bosque, esperando para que me fuera con Carlisle, y gracias a él… Ahora ya podía andar.
-Creo que merece mi perdón.-Dije para mí misma sin recordar que Carlisle podía escuchar.
-Sí, lo merece, te quiere mucho, Leah. –Con un gesto de cabeza, se despidió de mí, subiéndose a su coche.
Encendió el motor y se marchó dejándome ahí sola, mirando hacia el bosque.
Llegó la hora de hablar con Jorge.