divendres, 25 de setembre del 2009

Cavilaciones enigmáticas; la pregunta sin respuesta (narra Seth)




Tras despedirme de mi hermana y Carla en la casa de esta última, me encaminé lentamente introduciéndome en el bosque, por la espesa y húmeda maleza, para llegar a la Push.
Sinceramente las ganas de entrar en fase y acurrucarme junto al rio y pasar la noche ahí, relajándome con el sonido del agua correr, eran tentadoras, pero no podía permitirme el lujo de hacer tal acción, pues, se suponía que mi hermana había desaparecido, y si no iba a pasar la noche a casa, a mi madre le daría un infarto.
Solo le faltaba creer que habían desaparecido sus dos hijos, para que se volviera completamente loca.
Por mi cabeza no dejaban de pasar pensamientos sin sentido sobre el embarazo de mi hermana, y su huida improvisada de la mansión Cullen.
Lo que había hecho, estaba fuera de lugar. Era una locura, y aunque la había ayudado a encontrar un lugar donde pasar estos próximos meses, seguía desaprobando la decisión de huir y desaparecer que había tomado Leah.
Al fin y al cabo, era mi hermana, y me preocupaba muchísimo por ella… por ese mismo motivo le había pedido a Carla si se podía quedar ahí un tiempo, con ella.
Carla había sido desde hace muchos años, y seguía siendo, mi mejor amiga. Era una de las pocas personas en las que confiaba plenamente, y me había parecido la mejor decisión tomada por Leah aceptar quedarse en su casa. De esta forma, aunque los demás no supieran el paradero de Leah, yo si lo sabía y podría ir a visitarla cuando quisiera.
Además, Carla trabajaba en el hospital, junto con Carlisle, y ambos eran los mejores doctores que había en el pequeño pueblo de Forks, de esta forma, ella podía controlar su embarazo, saber que era lo que más le convenía para no debilitarse más, y seguramente, en el momento que mi hermana tuviera que dar a Luz, no la tendríamos que llevar al hospital y así nadie se enteraría de los sucesos de estos últimos meses.
Sin ni tan solo percatarme de que estaba tan cerca de casa, posé uno de los pies en la arena de la playa de la reserva, y ahí fue cuando me di cuenta que a pesar de estar tan metido en mis cavilaciones, había llegado hasta allí sin ningún percance, sin haberme estampado contra un árbol o tropezado con una roca.
El cielo estaba despejado pero ya hacía tiempo que había oscurecido del todo, a pesar de que en contadas ocasiones se podían apreciar las miles de estrellas que decoraban el cielo, esta misma noche estaba todo realmente hermoso y tranquilo.
Las estrellas brillaban intensamente en lo alto del cielo, dejando entrever un par de nubes que se habían quedado extraviadas, perdidas en la inmensidad del cielo nocturno, se oían los búhos ulular, ya que había parado de llover y varias clases de animales que convivían en el enorme bosque habían salido de sus escondites, para disfrutar de la noche despejada y cazar.
Me quedé embobado mirando el cielo, mientras me sentaba en lo alto de un tronco de árbol que había quedado calcinado por un rayo ya hace bastante tiempo, y observé el cielo con tranquilidad.
-Seth tío, por fin apareces.-La voz grave de Sam izo perder el hilo de mis pensamientos.
Me puse en pie y lo miré inclinando la cabeza hacia un lado, ya que se lo veía algo…diferente.
-Ey Sam.-Lo saludé cautelosamente.
En su mirada había algo que me hacia ser cauteloso, ya que me miraba con frialdad.
-¿Qué haces a estas horas en la playa?-Pregunté sin cortarme un pelo.
-Te estaba buscando…-Susurró mientras se acercaba a mí a paso lento.
-Sam, aléjate.-Dije intentando mantener el tono amistoso, a pesar de que ahora estaba completamente seguro de que él, no era Sam, el macho alfa de la manada.
-¿Porqué?-Preguntó sonriendo.-No te voy a hacer nada.
-Sam, largo.-Dije con voz tajante.
Me estaba poniendo muy nervioso, y lo peor es que estábamos los dos solos en la playa, desierta a estas horas de la noche… No sabía que propósito tenia Sam, no sabía que intentaba…
-Vaya, ¿tan poco te fías de un miembro de tu manada?-Rió acercándose a mí y posando uno de sus brazos en mis hombros.
-Qué narices te pasa.-No era una pregunta, exigía saberlo.
-La pregunta es…-Me apretó con fuerza en el cuello, cerrándome las vías de respiración y provocando que me pusiera morado.-Donde están Leah y Tyler.
-Suéltame.-Apreté con tanta fuerza como me permitía mi cuerpo, intentando sacarme de encima las manazas de Sam, que ahora mismo, podría jurar que estaba siendo manipulado por alguien.
-Que donde, están.-Apretó con más fuerza, haciendo que la vista se me comenzara a nublar.
-¡Suéltalo!-Jacob se acercó a nosotros corriendo, junto con Paul y Jared, y le propinó un puñetazo en la barbilla a Sam, que izo que cayera de espaldas en la arena, golpeándose con el tronco y haciéndose una brecha en la nuca.
Caí de rodillas al suelo, frotándome en el cuello para volver a poner en marcha la circulación y tosiendo estrepitosamente, respirando rápidamente para intentar mantenerme despierto.
-Seth, ¿estás bien?-Preguntó Jacob mientras me daba palmadas en la espalda para que reaccionara.
-Sí, tranquilo.-Respondí en un susurro, esperando a recuperar mi voz normal.
-¿Qué es lo que ha pasado?-Preguntó Paul.
Iba a responder, cuando Jared me interrumpió.
-Será mejor que lleve a este a Carlisle.-Los demás asentimos mientras observábamos como se adentraba en el bosque con el cuerpo inconsciente de Sam en los brazos, viendo como caía la sangre de la brecha a borbotones.
Paul y Jacob me miraron, esperando a que respondiera a su pregunta formulada hace un par de segundos.
-Quería saber donde estaban Leah y Tyler.-Respondí cautelosamente.
-No lo comprendo… -Dijo Jacob.-Leah a desaparecido, pero a Tyler lo he visto hace un par de horas, cazando.
-¿Quién creéis que lo ha manipulado esa vez?-Dijo Paul pensativo.
-Tyler no ha sido… si no, no preguntaría por el mismo.-Dije pensativo.
-Los vulturis.-Dijimos los tres a la vez.
A pesar de que habíamos tenido problemas con esas sanguijuelas hace tiempo, al parecer, ellos eran los que amenazaban a Tyler, ahora que el había decidido escapar, para cuidar de Leah, habían decidido encargare ellos mismos personalmente.
La que se avecinaba… no era una simple batallita de insultos, o algún que otro coscorrón.
Era una catástrofe, sin contar, que haríamos todo lo posible para detenerla.

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